viernes, 28 de mayo de 2010

De todos, de nadie


Cuando el halago es inclusivo, inflamos el pecho y levantamos la frente, cuando se generaliza un defecto o algo malo (perdón por el adjetivo), automáticamente aparece la figura de la discriminación. Así, parece que la mayoría de los Argentinos somos San Martín, pero nunca Videla (J.R.), que somos Favaloro, pero nunca Barreda, todos somos el Nahuel Huapi, pero nadie es el Riachuelo (disculpas por lo explicito de los ejemplos) y la lista podría seguir pero a riesgo (mortal) de generalizar.

Este modus operandi es tan corriente entre nosotros (es más nuestro que Gardel), primates de 200 años de “independencia”, que toca a cada uno, inclusive a nuestros representantes (¿ante quién?) que se adhieren cual garrapatas a las causas de los 70´s y se olvidan de sus 90´s, por los que más de uno debería tener causas. Todos fueron perseguidos en la época del bigote y el grito de : ¡Atención!, nadie fue perseguidor del germen del “estado deficiente” en las épocas de las patillas y del grito de: “Dame un big Mac”.

Sin embargo desde los medios, ese lugar cada vez más cuenta-propista que ya no denuncia a menos que se toquen intereses personales/empresariales/comerciales, se hace el camino inverso: se generaliza y se define a la justicia como deficiente, como corrupta, sin embargo se acude a ella para impedir que se conozca la identidad de dos personas, para que no se haga efectiva una ley promulgada por las vías institucionales.