lunes, 16 de febrero de 2009

El barro federal que no tapó la victoria unitaria.


País federal con ideas unitarias, vastas extensiones de territorio sin gobierno. La Argentina sigue exponiendo un estilo de democracia atípico, extraño, en definitiva autóctono. En esta lógica, los gobernantes hacen visitas poco frecuentes a las provincias (llamadas “interior del país” como si Buenos Aires estuviera en el exterior o quizás fuese directamente el país) en calidad, casi de embajadores de la civilización en contraposición a la barbarie de esos desérticos paisajes.
Reproducción hasta el hartazgo de Sarmiento y sus dichos, discriminación oficializada y aceptada por todos y cada uno de los que andamos estas tierras. Ejemplos sobran: se hacen medidas en contra (supuestamente) del campo en materia impositiva (para una supuesta redistribución) pero no se menciona el trabajo en negro de los peones. Y mientras se construyen nuevos centros comerciales y residenciales, en el conurbano sur (Proyecto de urbanizar la costa del río que va de Avellaneda a Quilmes), un pueblo entero (de allá lejos) queda sumergido en el lodo. Y es allí cuando se produce la catástrofe, que llegan los emisarios de la diplomacia porteña y en una gran parafernalia de caridad anuncian sus medidas (todas de salvataje, por aquí no se conoce de la planificación). Pero no solo es cuestión de un gobierno (que bien o mal dio la cara en contraposición a otro que voló un pueblo entero para ocultar un caso de corrupción), sino que tampoco desde el pueblo (si es que hay tal cosa) se es lo suficientemente solidario no para ofrecer cosas que ya no se usan, sino para pedir un país verdaderamente más federal y más inclusivo.
Así como no pasa por la medida oportunista y demagógica (tan arraigada en nuestra política) y tampoco por visitar aquellos lejanos lugares, creernos parte por 15 días, comprar vasijas, u otro tipo de artesanías y volver a nuestra eléctrica ciudad (la meca de la histeria y la soledad populosa) , insultando por lo bajo. Va por otro lado…