lunes, 24 de agosto de 2009

De pan, de circo y de pagar la entrada.


Está en todas partes, enferma todo lo que toca y parece que es un mal general (hasta en esta misma página se lo encuentra). Aunque nadie lo considera pandemia y ninguno lo combate. Quizás carece de nombre y se acomoda justo entre el dinero y la fama. Hoy se convierte en la musa de muchos, de casi todos. Aparece allí como el paraíso a alcanzar y en la otra vereda, la mediocridad, la pasividad, lo ignoto, lo humilde.
Con su aire rancio contaminó el fútbol, hoy ocupa un lugar central en los vestuarios y vació los clubes. La pelota quedó encerrada entre números y ratings. “Ganar o morir”, “la vida por la camiseta” y “cuchillo entre los dientes”, se escucha con frecuencia desde las tribunas. Por el otro lado, “libro de pases”, “¿cuánto plata?”, “firmé por dos años”, “auto y casa en Arabia Saudita”. De fútbol nada, de juego menos. Y desde el estado el manotazo estatizador, que con su retórica anclada en los 70 desliza alegorías entre goles y muertes, entre cable y tortura. Pero no interpreta la metáfora de un hueso sobresalido en los cuerpos de sus habitantes más desprotegidos. Es que allí no se encuentran restos de aquello, de eso que da frutos, de aquello que motiva la acción. Alimentar no genera ingresos.
Pero este mal, no encontró las fronteras en el deporte, sino que se supo acomodar en los camarines y en la mente de muchos artistas. Hay quienes eran surrealistas en los ´80, quienes vivían felices en la oscuridad de los teatros de poco presupuesto, y luego con los ´90 como escenario, se fueron enfermando. Pasado un tiempo, dejaron de hablar incoherencias, de desnudarse y demás, y comenzaron a adquirir el vocabulario de gerente de establecimiento bailable: “hay que vender entradas”, “¿cuánta gente trae?”, “¿es conocida la banda?”. Entonces, un fuego artificial era locura, era descontrol. El remedio un candado que no permita el ingreso (y lamentablemente el egreso tampoco) de gente sin entrada. De arte nada, de expresión menos. Del otro lado, la vieja fórmula de: “sexo, drogas y rock & roll”. Nadie avisó que esa ecuación era importada y venía con un manifiesto de ideas, no era pura imagen. El sexo, las drogas y el rock & roll eran para todos y al aire libre. No se trataba de estrellas de rock que organizan su propio festejo, su propia idolatría. Era un sentimiento de hermandad, era un movimiento artístico.
Son tiempos donde el credo es el negocio, son resabios de la modernidad.

P.D: columna inspirada en los dichos de Carlos Mangone: “El juego se vuelve deporte, el sexo se vuelve performance…”(para mayor info: http://www.catedras.fsoc.uba.ar/mangone/ )

miércoles, 5 de agosto de 2009

Cuando las pulgadas encierran la realidad



Ser nunca es imitar, sentirse no es saberse. Realidad, si es que tal cosa existe, no es lo mismo que ficción. Hay algo que pasa, hay un mundo que respira y no es trasmitido por televisión, aunque hoy se “es” si se imita, se siente si se sabe y se existe si se aparece en una pantalla.
Así los medios (incluso este) tienen el poder de dar vida, de determinar qué sucede y qué no. Y en su última versión de cámaras ocultas (de mini-mercados, estaciones de servicio, kioscos, entre otros), se registran robos y otros crímenes. Ahora sí entonces. No hay duda, la inseguridad existe. Si se desconfía, allí en la pantalla esta la prueba. Poco se ve de las causas que llevaron a aquél hecho. No se trata de justificar, se trata más bien de escapar de la respuesta fácil, maquillada y filmada.
Hoy se puede afirmar que existe el dialogo político, porque hay entrevistas con quienes visitan la casa rosada y no porque hay un congreso, que aún con sus problemas existe pero claro no es trasmitido las 24 hs. Entonces la política prefiere un “buen discurso” en La Rural o una bofetada en un acto oficial, que haber pensado en su momento si hacer o no una alianza. ¿Si se compartían ideas o se intentaba medir bien en las encuestas previas a las presidenciales?
En tiempos donde la TV se alimenta de la imitación de sus propios personajes y de personas que exacerbadas recorren programas y opinan (como yo) de todo, sin esforzarse en mínimamente conocer algo de aquello de lo que opinan, es mejor huir. Es verdad, también en la prisión de los tubos catódicos hay refugios, para la cultura, para la vida silvestre, para los debates, para las artes. Pero, ¿Hay que refugiarse?, mejor salir de ese maniqueísmo de ser TV o no ser. Mejor salir….


P. D agregada 14/8: Lo del fútbol viene afirmar todo esto. Ser progresista (si es que esa palabra encuentra hoy algún sentido, porque fue vaciada como una mina de oro, que durante un lapso da frutos para algunos pero luego se la abandona dejando la contaminación para todos)no es parecerlo. Oficialmente dicen que este deporte debe ser de libre acceso. El trabajo, la salud, la educación parece que no....