domingo, 2 de noviembre de 2008

Una elección pasiva.


Democracia de números, reino de la estadística, campañas mediáticas, dictadura de una mayoría pasiva, masa gobernada y ciudadanía inexistente. Y sigue esa idea griega mutando, y por estos días se la puede apreciar en sus dos mejores versiones: pasada por la freidora, acompañada de hamburguesa y gaseosa o con pan y vino tinto.
Distancia incoherente entre el que debe generar soluciones y aquel que tiene los problemas. Candidatos desconocidos, que no viven la misma realidad material (económica ni arquitectónica) que sus gobernados. Arlequines con presunto carisma, que emergen del “pueblo” (si es que esta palabra significa algo) con frescos discursos, que rápidamente caen en desgracia pues tenían fecha de vencimiento (al igual que sus palabras, sus caras, su compromiso y su moral). Paladines justicieros (en versiones: arias casi-profesionales y con ánimo de sangrienta venganza; gringas que viven de su trabajo pero realizan paros eternos sin afectar su capital; o desocupados y jubilados con propiedades en madero) que de justicieros tienen poco y sólo “luchan”, o mandan a luchar, por sus propias “causas”, o casas y negocios.
Pero desde el otro lado no hacemos nada mejor, se apoya marchas y reclamos por negocio (interés) propio o por obediencia de vida. Pareciera que en 25 años no hay mucho para festejar, aunque después del horror todo es mérito.
Por su parte en el más allá, a donde se promociona este sistema envasado en Grecia, pero producido bajo sus propias normas de calidad (democracia indirecta. La población elige electores y éstos hacen lo propio con el presidente) y donde se lo impone abiertamente en lugares que consideran, a sus ojos, atrasados y autoritarios (aún en lugares caribeños en donde, quizás, no cambia la cara visible pero se vota diariamente, incluso delegados por barrio) están por decidir qué candidato será su próximo presidente. Y la novedad (ya poco tiene de eso) es que hay un candidato de color (¿?) y los medios nacionales lo posicionan como un revolucionario, algo bastante difícil de creer. Pero nuevamente luego del horror todo es mérito.