martes, 30 de septiembre de 2008

De acomodar el pensamiento en la práctica o al revés.


Cuando el pensar no alcanza, cuando el hacer se impone, muchas veces, se ingresa en el mundo de la duda y la contradicción. Allí, en el hacer, es donde la idea, la ética y la moral sienten el impacto de la realidad, el peso de / del Ser.
Recientemente el congreso norteamericano veto una ley enviada por G.W. Bush, conocida como “Ley para el salvataje financiero”, destinada a salvar a millones de especuladores financieros, pero más que nada destinada a salvar un modelo económico basado más, en el rumor que en la producción. Según las primeras declaraciones, la causa principal para semejante revés al gobierno fue que ningún congresista quiso pagar el costo político de votar a favor de una ley, que va, claramente, en contra del mayor sponsor (o idea, aunque por esos lados, estas dos palabras parecieran ser sinónimos) que viene sosteniendo EEUU. La libertad en el mercado, se ha transformado hoy en la segunda bandera a defender por la mayor (¿?) potencia mundial, por lo que aprobar esa ley sería ir en contra de sus propios dichos. A su vez los congresistas alegaron que lo hacían porque el pueblo no debía pagar las deudas de los privilegiados. Pero una vez más, el hacer se impone y comienzan las dudas, las contradicciones. Ahora bien, creer que porque se vote tal o cual ley aún teniendo directa relación con lo económico se dará una revolución o un cambio real, es un error. El pragmatismo norteamericano no es nuevo y al igual que el sistema que imponen (muchas veces a la fuerza) se irá amoldando al paso del tiempo y las coyunturas históricas, quizás hasta que las condiciones no permitan una nueva mutación, quien sabe. Lo que está claro, es que a los congresistas de la hamburguesa y la papa frita, les tiembla el pulso para votar una ley en contra de su ideología libertaría, pero cabe preguntarse qué piensan cuando alzan sus manos (más de uno imitando un saludo nazi) y aprueban invasiones. Claro, la respuesta liberal, dirá que es para defender la libertad política, la democracia (primer bandera que dicen defender). Ahora bien, se invaden países en medio oriente para implantar sistemas más o menos humanistas, pero en su propio patio trasero (como les gusta llamar a América Central y Sur), no son capaces de defender un gobierno electo en Bolivia, no una sino dos veces, por el contrario alientan a sus desertores. Nada nuevo en el mundo que aparentemente sigue girando (o eso nos dijeron). Cosas que pasan cuando la práctica mata la idea, cuando la idea detiene la práctica, o cuando no hay ideas ni prácticas reales….

domingo, 7 de septiembre de 2008

El privilegio de no ser argentino.



En estas pampas siempre prevaleció: “el qué dirán”. País chusma: gobierno y pueblo. “¿Qué van a decir los turistas si ven un cartonero revolviendo la basura?”, se escucha frecuentemente por estos lados. No se piensa para adentro, se lo hace por y para afuera.
Recientemente el gobierno nacional, encabezado por Cristina Fernández, y con el apoyo de la mayoría de la (presunta) oposición, pagó una deuda millonaria al Club de París.
Borrando una vez más con el codo derecho lo escrito con la mano izquierda, tras enjuiciar a la mayoría de los militares que participaron del último golpe de estado, terminaron pagando sus deudas. Y no se dan cuenta de que podrán encerrar sus cuerpos pero que sus ideas triunfaron, su sistema sigue intacto (seguimos esperando el promocionado cambio). Y que es allí, en el plano económico a donde se debe atacar a estos patriotas del capital. La escusa fue una vez más: “los ojos del (capital) extranjero”, mientras fronteras adentro sigue el hambre y la educación y la salud bajo la línea de la pobreza (como les gusta decir a quienes tienen el poder para cambiarlo, pero al emplear este término pareciera que es una cuestión natural, inmodificable).
Y siguiendo con la misma lógica, se estatiza una empresa privada con una deuda millonaria, que sólo sirve para trasladar cuerpos privilegiados. Pero claro van y vienen al exterior. ¿Qué van a decir si el servicio es malo?. Así, el (presunto) hombre de negocios vende una empresa quebrada y vuelve a su mansión en auto importado, mientras que el argentino promedio vuelve enlatado en tren a su casa. Quemando trenes, así como encerrando cuerpos, no se resuelve. La decisión va por otro lado.