
En estas pampas siempre prevaleció: “el qué dirán”. País chusma: gobierno y pueblo. “¿Qué van a decir los turistas si ven un cartonero revolviendo la basura?”, se escucha frecuentemente por estos lados. No se piensa para adentro, se lo hace por y para afuera.
Recientemente el gobierno nacional, encabezado por Cristina Fernández, y con el apoyo de la mayoría de la (presunta) oposición, pagó una deuda millonaria al Club de París.
Borrando una vez más con el codo derecho lo escrito con la mano izquierda, tras enjuiciar a la mayoría de los militares que participaron del último golpe de estado, terminaron pagando sus deudas. Y no se dan cuenta de que podrán encerrar sus cuerpos pero que sus ideas triunfaron, su sistema sigue intacto (seguimos esperando el promocionado cambio). Y que es allí, en el plano económico a donde se debe atacar a estos patriotas del capital. La escusa fue una vez más: “los ojos del (capital) extranjero”, mientras fronteras adentro sigue el hambre y la educación y la salud bajo la línea de la pobreza (como les gusta decir a quienes tienen el poder para cambiarlo, pero al emplear este término pareciera que es una cuestión natural, inmodificable).
Y siguiendo con la misma lógica, se estatiza una empresa privada con una deuda millonaria, que sólo sirve para trasladar cuerpos privilegiados. Pero claro van y vienen al exterior. ¿Qué van a decir si el servicio es malo?. Así, el (presunto) hombre de negocios vende una empresa quebrada y vuelve a su mansión en auto importado, mientras que el argentino promedio vuelve enlatado en tren a su casa. Quemando trenes, así como encerrando cuerpos, no se resuelve. La decisión va por otro lado.
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