Cuando el halago es inclusivo, inflamos el pecho y levantamos la frente, cuando se generaliza un defecto o algo malo (perdón por el adjetivo), automáticamente aparece la figura de la discriminación. Así, parece que la mayoría de los Argentinos somos San Martín, pero nunca Videla (J.R.), que somos Favaloro, pero nunca Barreda, todos somos el Nahuel Huapi, pero nadie es el Riachuelo (disculpas por lo explicito de los ejemplos) y la lista podría seguir pero a riesgo (mortal) de generalizar.
Este modus operandi es tan corriente entre nosotros (es más nuestro que Gardel), primates de 200 años de “independencia”, que toca a cada uno, inclusive a nuestros representantes (¿ante quién?) que se adhieren cual garrapatas a las causas de los 70´s y se olvidan de sus 90´s, por los que más de uno debería tener causas. Todos fueron perseguidos en la época del bigote y el grito de : ¡Atención!, nadie fue perseguidor del germen del “estado deficiente” en las épocas de las patillas y del grito de: “Dame un big Mac”.
Sin embargo desde los medios, ese lugar cada vez más cuenta-propista que ya no denuncia a menos que se toquen intereses personales/empresariales/comerciales, se hace el camino inverso: se generaliza y se define a la justicia como deficiente, como corrupta, sin embargo se acude a ella para impedir que se conozca la identidad de dos personas, para que no se haga efectiva una ley promulgada por las vías institucionales.
2 comentarios:
Ya que proponés intervenir en el post, yo cortaría el texto en el anteúltimo párrafo, con la fase consagratoria: dame un big mac.
Esto en pos de retratar un bicentenario estúpido, reduccionista y demagógico. Una vecina de mi barrio, que se levanta todos los días a las cuatro de la mañana teniendo 60 años para ir a trabajar, ha comentado mirando los festejos: "Están tirando manteca al techo".
Say no more
Gastón, en teclado ajeno.
Disfruto leyéndote, primito. besoS
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